Casa de Oro y Arca de la Nueva Alianza, por Pablo Jaén

Pablo Jaén, hermano de El Cristo designado como pregonero de la Semana Santa de 2014, publicó en la revista Cruz de Guía 2011 un artículo sobre la advocación de la Esperanza, que hoy rescatamos de la hemeroteca en estas fechas próximas a la celebración del triduo en honor de nuestra Sagrada Titular.

Casa de Oro y Arca de la Nueva Alianza

Son numerosos los nombres con los que nos referimos a la Virgen María. Del Remedio, del Consuelo, del Amparo, de la Estrella, de la Merced, del Carmen, de los Dolores, de la Soledad… toda esta variedad de nombres con los que nos referimos a la Virgen María, reciben la denominación de advocaciones marianas.

Rosario de la Aurora 2013Hasta el siglo VII la Iglesia de España no celebraba más que una festividad mariana, que abarcaba a todas las demás, la Maternidad Divina o la Fiesta de Sta. María. El año 656, en el transcurso del Concilio X de Toledo, se trató asuntos determinantes para ésta cuestión. En las deliberaciones toman parte San Eugenio, San Fructuoso de Braga y San Ildefonso. De este Concilio surgió un decreto por el que se establecía que para dar mayor solemnidad a la fiesta de la Maternidad Divina “se celebre el día octavo antes de la Navidad del Señor y se tenga dicho día como celebérrimo y preclaro en honor de su Santísima Madre”, instituyendo la celebración litúrgica de la festividad de la Expectación del Parto. Además, la fiesta de la Anunciación (25 de marzo) coincidía muchos años en Cuaresma, lo cual no permitía celebrar con el suficiente esplendor el misterio de la Encarnación del Verbo y el estado de buena esperanza de María, por lo que se declaró el 18 de diciembre como festividad de la Expectación del Parto, de la Virgen de la O, o de la Esperanza.

Este nombre de “la O”, le viene a María porque las siete estrofas de las Antífonas Mayores, que preceden a la Navidad y se rezan en Vísperas, de la Liturgia de la Horas, empiezan por “Oh”, signo de expectativa y esperanza del pueblo de Israel y sobre todo de María, en la llegada del Salvador:

“¡Oh Sabiduría. Oh Adonai. Oh Vara de Jese. Oh Llave de David. Oh Sol naciente, esplendor de la Luz eterna. Oh Rey de las Naciones y Deseado de las gentes. Oh Emmanuel!”.

Antiguamente, las antífonas empezaban el 18 de diciembre, y puesto que acompañaban al Cántico de María, aquel día era conocido como el día de María de la O. Así, quedaron estrechamente ligadas las advocaciones de la O y de la Esperanza.

Todo el tiempo de Adviento es tiempo de “esperanza” en el Mesías que ha de venir a salvar a la humanidad.

María Esperanza Nuestra

María Santísima de la Esperanza en junio de 2010No obstante, las cofradías y hermandades de Semana Santa, veneran a la Virgen Santísima en su advocación de la Esperanza, en referencia más a la esperanza que los creyentes encontramos en Ella y en la resurrección, que a la virtud que la Virgen poseyó en plenitud.

El Concilio Vaticano II, proclama a la Virgen María, “SIGNO DE ESPERANZA, que precede con su luz al pueblo de Dios peregrino en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor”.

También en la oración de la Salve, invocamos a María como “Esperanza Nuestra”, porque en ella vemos cumplidas las promesas que Dios ha hecho a la humanidad y que también nosotros esperamos alcanzar. Así se lo pedimos al final de la Salve: “Ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo”. En este sentido, María es modelo de esperanza para todos los católicos.

La Esperanza, Ancla del Alma

En la doctrina cristiana, la virtud de la esperanza ocupa un lugar preeminente: Cristo es la esperanza que nunca falla para quienes creemos en Él. San Pedro y San Pablo lo expresaron así, y es en la Epístola de los Hebreos donde se unen la esperanza con el símbolo del ancla. Las escrituras nos dicen que tenemos la esperanza ante nosotros “como un ancla del alma, firme y segura” (Hebreos 6, 19-20). La esperanza se vincula aquí a las cosas celestiales; y el ancla, como símbolo cristiano, se refiere a la esperanza de la salvación.

La Esperanza en su paso de palio, de Luis Poveda

La iconografía cristiana representa a la Esperanza como una mujer portando un ancla. El ancla aparece durante los siglos II y III en los epitafios de las catacumbas, particularmente en las zonas más antiguas de los cementerios de Santa Priscila, Santa Domitila, San Calixto y el Coemeterum majus. El ancla aparece también junto a nombres propios formados a partir de los términos latinos o griegos de esperanza: spes, elpis. Los epitafios de las catacumbas representan la Cruz en forma de ancla, siendo la más común aquella que en un extremo termina en aro pegado a la barra cruzada, mientras que el otro extremo termina en dos ramas curvas o en punta de flecha.

La ausencia de la Cruz hoy reconocida por nosotros, era suplida en los primeros siglos del cristianismo por el ancla, representando a la Cruz de manera reconocible por los cristianos, pero no para quien no compartiera esta religión. En ocasiones completaba el símbolo dos peces, intentando producir una imagen simbólica de la Crucifixión: el Pez místico (Cristo) sobre la Cruz (el ancla). El ancla es por tanto, un símbolo de la Cruz que se empleó por los primeros cristianos para disfrazar la representación de ésta, evitando así las persecuciones a que se veían sometidos. Símbolo de la fe y de la esperanza en la resurrección, resulta a partir del siglo XV el atributo de la esperanza cristiana. “…los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza propuesta, que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma…” (Hb 6, 18-19).

El color representativo de la esperanza es el color verde, color de paz, serenidad, y esperanza. Los colores habituales con que es ataviada la Señora bajo esta advocación son el blanco, símbolo de Pureza y Santidad, para la saya; y el verde, signo del Triunfo de la Vida sobre la Muerte, para el manto.

El color verde es usado también por la iglesia para celebrar el tiempo ordinario del año litúrgico. Éste comprende las treinta y cuatro semanas en las que no se celebra un misterio concreto de Cristo; desde Navidad hasta Cuaresma y después de la Pascua hasta el Adviento; y sobre todo en el misterio semanal del domingo como Día del Señor.

La Virgen de la Esperanza, celebra su festividad el 18 de diciembre, momento en el cual la Virgen está en sus últimos instantes de “buena espera”, siendo por lo tanto patrona por excelencia de las mujeres embarazadas.

Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia, vida, dulzura y Esperanza nuestra, Dios te Salve.

Referencias:

www.pasoyesperanza.com/virgen

www.rafaes.com/

www.elangeldelaweb.org/mariología

www.historiarte.net/

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